domingo, 14 de enero de 2018

Unas lineas


Su virtud consiste en expresar sus límites. Comedido, no hay encrucijadas ni en su memoria ni en su acción. Su lengua es frágil, aveces inaudible. Espacio y tiempo en él tienen un rigor de plaza antigua. Jadea poco  y mastica una ramita de albahaca para el desconsuelo. Como un nervio enroscado detrás de la puerta tiene la consciencia de la finitud. Elástico como el silencio, su juventud fue un viaje dirigido por el dominio de sí mismo y se hizo amenaza de los que tienen abotagado el rostro. Se construyó como el aceite de oliva, oleaginoso y fino como los poetas populares. Como el hilo, cose, une, remienda, esos fatales domingos del hastío. En su elegante estampa hay comedia en su parlamento, ironías sencillas y acidez, como la del tamarindo hecho pulpa. Si alguna vez hubo paraíso debió de ser como él, nada de hueso, sólo fragancia y fineza. Hoy quiero celebrar, reunir en este acto simple, el recuerdo de Ramiro, llamado el “Fino”, que como pájaro breve, como ráfaga, paso por este mundo.