miércoles, 25 de octubre de 2017

Al mal truco, buena cara


La celebración fue altanera. Con sus catorce años hizo ver mal a su maestro. Llegaron saltarines a la plaza pública, eufóricos. Al ver el infame recibimiento de niños y adultos, el discípulo, aventó los botes de pintura azul que traía en el carrito de los trucos. El maestro, lloraba silencioso al ver que la pesada broma sería el futuro de sus presentaciones. 
Así es la felicidad ajena, le decía el alumno para consolar a su maestro cuando se quitaban los colores de la cara.