viernes, 10 de marzo de 2017

La Señora Cienfuegos


Incendiaria, la Señora Cienfuegos realmente no tiene rival. Entallada en en ese vestido rojo que Rita Hayworth podía envidiar, se muestra sin disimulo. Elegante y con ese aire fatal, producto de un fatigoso aprendizaje, pisa fuerte con sus zapatos de tacón de aguja, equilibrando la sensualidad entre las miradas que cifraban esperanzas o las que latiguean sus atrevimientos desmesurados según las que no podían enfundarse ese descocado vestido. Su contorción alumbraba la felicidad y era fragante ese deseo estruendoso que provocaba sus buenos modales. A veces, para evitar provocar insinuaciones se pone sombrero y así, discreta, se percibe que tiene un espíritu recatado.  
Yo vengo a verla todos lo días, y clamo porque no se canse y quiera apagar esa sensualidad que me hace vivir. Mi amoroso desvelo, divaga, pero sé que algún día nos encontraremos en la pendiente de una mirada y no me sentiré desdeñado. No entiendo el porqué me dicen que mi amor no tiene futuro. Cierto, somos de mundos diferentes, pero yo sigo creyendo en el cartón de visita que me ha dado.

Fotografía: la Señora Cienfuegos habita na Rua das Flores, Porto, Portugal.