domingo, 3 de diciembre de 2017

En friega


Con tantos días difíciles. Se dieron prisa para alejar ese fétido olor a morcilla. Fregaban con fibra el endurecido cochambre de ollas y parrillas. Yo sentía esa congoja de trapo de cocina, estrujado, mal oliente. Sabía que no iban a aguantar tanto trajín. La idea de limpiar la cocina fue de Juanita, hermana de Mario. Les salieron ampollas que se hicieron llagas. Se dolían en las noches, no se podían dormir, el dolor era punzante. Yo tenía que acompañarlos, soy solidario. No quise ayudar. Ahora sé que el pensamiento crítico no tiene compañía. Pero lo que más me duele, es esa cara de desdicha de Juanita. Había perdido sus tersas manos. Se escondía, queriendo olvidar y adormecía con las manos vendadas. Así, día tras día, por eso se le metió ese dolor de vivir. 

¡Ayúdame! - me dijo. 

Se me revuelca la mirada. No sé que hacer; por lo pronto no entro a la cocina.

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